Muchas personas hemos pasado por momentos en nuestras vidas que quisiéramos que no hubieran sucedido por las consecuencias que han tenido para nosotros, consecuencias físicas, psicológicas, emocionales… Del mismo modo, pueden suceder acontecimientos que marquen de por vida nuestra relación con algún alimento. Os lo muestro:

Antecedentes:

Edad: 7 años.

– Lugar: Restaurante chino.

– Comensales: éramos 3.

– Postre para todos: Fresas con nata y nueces.

– Osadía: me como mis nueces (muchas) y las del resto (muchas más).

– Consecuencia 1ª: mi estómago pasa una de las peores noches de su vida.

– Consecuencia 2ª: 23 años sin comer nueces (también sin olerlas o sencillamente verlas o escuchar su nombre).

Durante esos 23 años, solo VER las nueces me provocaba sensaciones desagradables en mi estómago, no como aquella noche, pero sí una serie de molestias sin un dolor específico y en ocasiones hasta con una ligera sensación de nauseas. A veces también sentía como una especie de malestar general momentáneo que recorría todo mi cuerpo hasta el punto de sentir ligeros mareos.

 

 

A veces incluso ESCUCHAR su nombre me generaba un fugaz estado de esa emoción que “tanto nos gusta sentir”, el ASCO. Aunque lo hacía pocas veces, en ocasiones cogía alguna para sentir su tacto, era una manera de reconciliarme con ellas. Pero ni con esas podía volver a mantener una relación alimentaria y emocional “normal”.

 

 

Su OLOR paso a ser algo repugnante, despertaba en mi recuerdos de aquel restaurante y por supuesto, esas sensaciones en todo mi cuerpo. Aunque un alimento no las llevara físicamente, solo con que oliera a ellas me producía rechazo, apartando el plato a un lado. Siempre me aseguraba bien, en cada comida que sospechara que pudiera llevar nueces, de no encontrarme con ninguna.

 

 

Hace ya unos 8 años, precisamente desde que empecé a entrar en contacto con el Mindfulness, mi relación con las nueces empezó a cambiar. Sentí de repente, que me apetecía tener un mayor acercamiento hacia ellas, y así fue. Sin darme cuenta, fueron desapareciendo esas desagradables sensaciones corporales cada vez que tenía una delante. A veces me encontraba con que me apetecía coger una nuez y

morder un pequeñísimo trozo para probarlo, y así lo hacía. Me sorprendía a mi mismo haciéndolo y a su vez me emocionaba observar que algo estaba empezando a desaparecer. Comencé a relacionarme con ellas desde la aceptación y la curiosidad, como si fuera un extraterrestre que llega de otro planeta y no conoce en absoluto lo que es una nuez. Y así, poco a poco, las fui RE-introduciendo en mi dieta, 23 años después.

Hoy en día forman parte de mi dieta habitual. No las busco ni las compro exprésamente en el supermercado, tampoco pido postres específicos que las lleven para poner a prueba lo “superado que tengo esto”, pero ya no me importa que las lleven. Uno de los desayunos que siempre me han encantado es el yogur con un poco de leche y cereales, pues bien, ahora me agrada añadirles nueces (eso sí, partidas a trozos no muy grandes). Por cierto, me ha ayudado mucho el hecho de que algunos cereales del mercado las incluyan. Además, ya no me importa que formen parte en los menús de los restaurantes o en los de casa.

Os mentiría si os dijera que está superado al 100%, ya que no me las como como si fueran pipas (ni creo que lo haga nunca). Prefiero introducirlas en mi boca a trozos pequeños, como mucho, la mitad de una nuez. El olor todavía en ocasiones despierta en mi una especie de leve rechazo y con su sabor me pasa lo mismo, por ello me ayuda comérmelas junto a otros alimentos. Pero estoy muy contento y satisfecho conmigo mismo porque desde hace años, he conseguido que formen parte de mi dieta, aprovechándome de sus importantes beneficios para el organismo y habiendo reeducado a mi boca para que le guste su sabor, porque TODOS los alimentos que existen, podemos aprender a que nos gusten.

Es una leyenda urbana eso de que el paladar no se educa, de no ser así ¿cómo puede ser que de pequeñ@ no te gustaran algunas verduras y ahora sí? Y lo mismo con la cerveza, los ajos, la cocacola (sí, conozco a personas que no les gustaba de pequeños la cocacola y ahora sí y mucho), el picante, las especias…y multitud de alimentos y bebidas más.

Así que, como veis, «el que la sigue la consigue». Yo no soy ni mejor que tú, ni más valiente, ni más seguro, ni más decidido… somos exactamente iguales ya que tod@s tenemos las capacidades necesarias para, si me lo permitís, «tirar palante». Solo tenemos que desarrollarlas y aumentarlas, y aunque esto no siempre es fácil y nos vamos a encontrar con barreras y recaídas (lo cual es normalísimo), si llevamos a cabo ACCIONES COMPROMETIDAS con nuestros VALORES, DESEOS, GUSTOS, APETENCIAS… ya puedes dar por hecho que LO VAS A CONSEGUIR, te lo garantizo.

NOS SUCEDEN COSAS QUE CONDICIONAN NUESTRAS VIDAS. PERO TAMBIÉN PODEMOS CONDICIONAR NUESTRAS VIDAS PARA QUE NOS SUCEDAN COSAS…………LAS QUE NOSOTROS QUEREMOS.

 Alejandro Camacho

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