Muchas veces, sobre todo en lo relativo a la comida, pensamos que la cantidad de alimento sobre el plato es importante, pero paradójicamente, el pensamiento que tenemos es el siguiente “CUANTO MÁS, MEJOR”. Este es un pensamiento habitual, no solo cuando salimos por ahí a comer o a cenar, sino también cuando estamos en casa.

Es muy normal en un proceso de educación alimentaría, dónde te puedes “saltar la dieta”, el siguiente diálogo en consulta (C: cliente, N: nutricionista):

– C: este sábado tengo comida familiar, celebramos el cumpleaños de mi cuñado. Haremos en la parrilla longanizas, costillas de cerdo, lomo, chorizos, panceta, hamburguesas…

– N: Muy bien, pues vamos a organizarlo para que puedas comer los mismos alimentos que el resto.

– C: ¡Ah estupendo!

– N: cuando os dispongáis a comer, te tienes que servir en un plato toda la comida que vayas a comer. Coges: media longaniza, un tercio de chorizo, dos dedos de panceta (en horizontal los dedos, que nos conocemos), y media hamburguesa.

– C: (con los ojos como platos) ¿¡QUÉÉÉÉÉÉÉÉ!?, ¿¡SOLOOOO ESOOOO!?

– N: ¿Tú no quieres comer lo mismo que el resto?

– C: Sí, pero eso es muy poco. Que es el cumpleaños de mi cuñado, que estamos de fiesta. ¿Tendré que celebrarlo no? Para una vez al año que le da por invitar a la familia …

Como veis, asociamos a las celebraciones, no solo comer alimentos muy calóricos (que no pasa nada si es en su justa medida y no es todos los días), sino comer grandes cantidades de esos alimentos. Parece que si no comemos gran cantidad, no estoy celebrando nada. Y esto mismo pasa en la mayor parte de las comidas que realizamos durante el día, comemos cantidades de ración descompensadas con respecto al gasto energético que realizamos.

Antiguamente tenía sentido, ¡cuanto más mejor!. Lo entiendo, nuestros abuelos/padres trabajaban de sol a sol en continuo movimiento, además, su único transporte era ir a pie o en bicicleta. Pero hoy en día ya no vamos andando desde el centro de Valencia a Burjassot (ida y vuelta) para trabajar, como lo hacían nuestr@s abuel@s. Todo lo contrario, hoy vamos en coche hasta para ir a hacer deporte. No tenemos tiempo, la vida es diferente, también lo entiendo.

 

El problema de ello es que seguimos comiendo como entonces en cuanto a la cantidad (por no hablar de la calidad), pero en cambio, no nos movemos de la misma manera y debemos ajustar una cosa a la otra. Hemos aprendido a mantener la cantidad de comida, pero no la vida activa que la acompañaba antiguamente.

Con suerte, las personas más mentalizadas por su salud, hacen deporte, pero no es la mayoría, por lo que el tamaño de ración se debe adaptar al movimiento que hacemos. Como se dice, “son habas contadas”: me muevo mucho, como mucho (pero sano), me muevo menos, como menos (y todavía más sano).

Si encima la comida es precocinada/industrializada, es más densa energéticamente, esto es, con poquita cantidad tengo muuuuuuucha energía. A ver, lo repito por si no ha quedado claro, con poca cantidad tengo muuuuuuuuuuuuuuuuucha energía, por lo que todavía debería ser menor el tamaño de ración que tenemos que comer. En la siguiente imagen tenéis un ejemplo muy claro y gráfico (además de REAL), de lo que trato de deciros. La fotografía es la imagen de portada de un libro denominado «La Dieta Visual» y en él se muestran diferentes comparativas entre alimentos altamente calóricos (muchos de ellos industrializados y procesados) y sus correspondientes equivalencias en alimentos más sanos.

Es preferible que comamos CANTIDADES MÁS PEQUEÑAS Y REPARTIDAS (no todo de una sentada), lo que nos llevará a un mejor balance energético entre lo que como y lo que gasto (y esto a un peso más sano).

Y casi lo más importante, debemos RESPETAR SIEMPRE la necesidad de parar de comer del cuerpo, esto es, darnos cuenta de las señales que nos manda el organismo para decirnos “para ya de comer por favor, que no soy un pozo sin fondo”. Esto que en principio parece fácil, resulta un poco costoso, porque LA MENTE Y LA VISTA SE IMPONEN favoreciendo que comamos más y peor.

Así que os animo a REDUCIR EL TAMAÑO de vuestras porciones a través de unos pequeños y sencillos cambios en vuestros hábitos:

Reduce por lo menos 3 pinchadas/cucharadas de vuestras próximas comidas, vuestro cuerpo os lo agradecerá. O una vez hayas servido el alimento en el plato, retira 1/3 de la cantidad de comida (no tires lo que sobre, puedes guardarlo para otro momento).

Si tienes hij@s, fíjate si les mandas en la mesa mensajes como “acábatelo todo”“a ver si te crees que estamos para tirar la comida”, “una guerra tenías que pasar”… L@s niñ@s pequeños se autorregulan alimentariamente mucho mejor que los adultos y mandándoles este tipo de mensajes, dejan de hacer caso a las señales de saciedad que les envía su cuerpo, y continúan comiendo después de estar saciados.

Si NO tienes hij@s, fíjate si te mandas a ti mism@ en la mesa mensajes como “acábatelo todo”“a ver si te crees que estamos para tirar la comida”, “una guerra tenías que pasar”, “para lo que queda en el plato hago un esfuerzo y lo acabo”… Aunque no te acuerdes, seguramente sean mensajes que te enviaron tus padres cuando eras más pequeñ@, los interiorizaste y los convertiste en un hábito. Intenta, aunque solo sea una vez al día, por ejemplo en el desayuno, introducirte trozos de alimento más pequeños en la boca y mastícalos un mayor número de veces. Verás como poco a poco te vas dando cuenta de las señales de tu cuerpo para avisarte que ya está saciad@, pues bien, es en ese momento cuando has de dejar de comer.

Antes de dar el siguiente bocado, OBSERVA el alimento en el tenedor o cuchara durante al menos 10 SEGUNDOS, intentando darte cuenta de los matices en la forma, la textura, el color…

Utiliza CUBIERTOS MÁS PEQUEÑOS para comer. Esto es un poco raro, ya que comerse la paella con cuchara de postre….. pues eso, es raro. Pero también es muy saludable para tu cuerpo.

Sírvete la comida en PLATOS MÁS PEQUEÑOS. Esto es importante ya que tendrás la sensación visual de tener más cantidad de comida en proporción al tamaño del plato.

Ya ves que esto de comer cantidades desmesuradas con respecto a las necesidades del organismo y al gasto energético que realizamos, es un comportamiento muy habitual en la sociedad en la que vivimos. Esta totalmente normalizada, no solo en nuestras comidas diarias, sino también en las celebraciones, parece que si no como grandes cantidades y pruebo toda la comida que hay sobre la mesa, no lo celebro de la misma manera. Esto mismo sucede con el alcohol, la mayor parte de celebraciones no se entienden sin él.

Así que acuérdate, “COMER COMO SI NO HUBIERA UN MAÑANA” puede llevarte a que ese “MAÑANA” te traiga varios problemas de salud. Ahora ya sabes cómo empezar a evitarlo. Hasta la próxima.

Alejandro Camacho

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